lunes, 14 de septiembre de 2015

Ya vienes. Ya voy.

             


El viernes abrí el buzón. Ahí estaba. ¡Por fin!

No atinaba ni a leer ni a hacer nada. Tenía que gritar, saltar, llorar y llamar por teléfono a la vez, demasiado para el momento.  

Era un aviso de una carta certificada, de esos que ponen que hasta el día siguiente no puedes ir, pero no pude evitar probar e ir corriendo a la oficina de Correos, aun cuando en septiembre su horario era solo de mañana. 

Habitualmente, hay un funcionario muy desagradable, pero esa tarde estaban dos mujeres. Nadie más.

Casi desde la puerta empecé a decir "ya sé que no es posible, pero es que se trata de una adopción y..."

No sé en qué estado iría, cómo me expresaría o qué percibió la buena mujer que instantáneamente estaba en el almacén, diciendo que menudo día había escogido, que se había caído el sistema, pero buscando la carta, no obstante.

Y nos la dio. Y la abrimos a trompicones. Yo quería abrirla y grabar y no daba pie con bola. La abrió mi marido mientras yo le daba al REC con el pulso tembloroso y le apremiaba a leer rápido. 

"¡El 1 de octubre!", exclamé como en un gritito, y las dos mujeres sonrieron y dijeron algo como de que quedaba poco. Con prisas y más nervios nos fuimos a casa de mis padres a darles la buena nueva.

Una vez allí, por fin, después de varias lecturas efectuadas por cada uno de los cuatro, porque ahí no acertaba nadie a leer con atención por la histeria colectiva, comprendimos que esto iba a ir más rapidito de lo que pensábamos. O eso esperamos. 

Nos han citado a un número reducido de familias a una reunión informativa para explicarnos el proceso. Pero por lo que pone la carta sobre el orden de asignación es posible afirmar que, si no pasa nada raro, seremos tres más pronto que tarde. 

Grité tanto que el sábado me dolía la garganta.

Ahora sí que estoy de buena esperanza. Si queréis, en esas primeras 12 semanas en las que hay que ser precavida con los anuncios, vale, pero algo muy nefasto tiene que suceder para que no llegue Bienve prontito y, como ya os he contado alguna vez, mientras que otros caminos se nos han dado fatal, el de la adopción siempre ha sido muy "fácil", como una señal.

El sábado ya estuve en Ikea y empezamos a pensar en cómo vamos a hacer ciertas cosas. Tenemos que pasar estas tres semanas de alguna forma, y qué mejor que soñando.

Ahora veo su habitación diferente. Ya no es ese híbrido de cuarto a la espera de sentido que utilizo de pseudo estudio de foto, no, ahora empieza a coger forma. Qué emoción.

Fue precisamente viendo cunas cuando me di cuenta de algo que me hizo reaccionar al fin, pues hasta entonces estaba como catatónica, mucho grito, mucho aspaviento, pero bloqueada por la emoción: Bienve ya existe. No sé si aún es un embrión recién fecundado, si está gestándose en sus últimos meses dentro de su madre biológica o si se aburre en una cunita, pero YA EXISTE. Rompí a llorar al percartarme de ello. Ahora lo único que me importa es que esté bien. Me ha cambiado el chip completamente. Y he tenido que escribir una carta con imágenes para expresar todo lo que siento.

La música es la versión instrumental de Gotta be somebody, de Nickelback, que dice "tiene que haber alguien para mía ahí fuera". Y por supuesto que lo hay. Aquí estoy, Bienve.